Compramos placer cuando buscamos felicidad.
Ese es el problema.
Que nos quedamos en “el bien primero”.
El bien que hace nos hace sentir paz: paz física y paz mental.
Pero apenas dura un instante y al mero estilo de Cartier Bresson, volvemos a salir de nuevo a la búsqueda de ese momento decisivo, de ese instante que nos inunda otra vez de satisfacción y de paz.
